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domingo, 21 de junio de 2015

El escape.

¿Soledad? no. Es una palabra que me desagrada. Su significado, estarlo, sentirse así. "Solo". Algo que a nadie le gusta es estar solo, a menos que queramos pensar en algunas cosas, tener un tiempo para nosotros mismos.
Hoy decidí hacer mi escape, me sumergiré en lo más profundo de aquella isla abandonada en la que los gatos te persiguen y te dejan cartas preguntando sobre ti. Tomaré mi mochila y me iré lo más pronto posible. Debo caminar mucho, lo sé, pero todos narran que es un lugar maravilloso al cual debes ir antes de morir.
Comencé empacando. Comida, algunas direcciones, una cámara y mi celular, solo en casos de emergencia. Salí. Ahí empieza todo.
Por la zona en la que vivo es ajetreada, extraña, pero sin embargo me gusta vivir allí. Esta vez, esa visión cambió, cuando me fui de mi hogar el entorno era como un barrio chino, había gente de diferentes culturas, algo que realmente me gustó mucho.
Caminé y no pasó mucho rato hasta que una señora china de 50 años me preguntó: ¿Te diriges al Pueblo?
"Pueblo" ¿De qué trataba esto?, no sabía que esa isla se llamaba así. Sólo le asentí y seguí mi camino.
Llegué a una casa deshabitada y en mal estado, llena de algas, como si hubiera pasado un tsunami. Ya que tenía mucho sueño, decidí arrecostarme en mi mochila y descansar. No pasaron 15 minutos y un gato me aruñaba. Sí, me aruñaba. Por feo que suene, esto era un aviso, estaba llegando a mi destino. Al Pueblo.

Aquel animal de cuatro patas y arisco me había lastimado mucho, debía buscar algo que tapara mis heridas. Muy tonta fui, no empaqué eso.
Pero bueno.
Las cosas pasan.

Continué lo que estaba haciendo antes de dormir. Seguí y seguí, comí bocadillos que tenía guardados.
Antes de saberlo.
Antes de habérmelo imaginado.
Estaba ahí. En el Pueblo.
El lugar del que todos habían hablado.
El lugar al que todos denominaban:
"El escape"